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- es un colectivo de trabajo que crea e impulsa a lxs jóvenes hacia un empoderamiento por medio de la Educación Popular hacia el Poder Popular. RESMA hace parte de la Red Libertaria Popular Mateo Kramer
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Ahora este será el nuevo portal de infomración de RESMA.
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Feminista y anarquista llamada por la prensa “la mujer más peligrosa del mundo” (1869 – 1940)
“El desarrollo de la mujer, su libertad, su independencia, deben surgir de ella misma y es ella quien deberá llevarlos a cabo. Primero, afirmándose como personalidad y no como mercancía sexual. Segundo, rechazando el derecho que cualquiera pretenda ejercer sobre su cuerpo negándose a engendrar hijos, a menos que ella sea quien lis desee; negándose a ser la sierva de Dios, del Estado de la sociedad, de la familia, etcétera, haciendo que su vida sea más simple, pero también más profunda y más rica. Es decir, tratando de aprehender el sentido y la sustancia de la vida en todos sus complejos aspectos, liberándose del temor a la opinión y a la condena pública. Sólo eso, y no el voto, hará a la mujer libre”
"Una tarde de septiembre de 1838, tras permanecer días y días al acecho, un hombrecillo llamado André Chazal disparó en París contra su esposa. La mujer se desplomó en la acera gravemente herida: Flora Tristán era por fin libre".
Flora Tristán nació en París el 7 de abril en 1803, en plena época napoleónica. Fue hija del coronel Marino Tristán y Moscoso, coronel peruano de la armada española y de la francesa Anne Laisney.
Durante los primeros años de su vida, Flora no se vio privada de nada y crecíó en un hogar siempre concurrido por visitas del nivel de Simón Bolívar y su maestro Sim6n Rodríguez.
La muerte de su padre cuando Flora sólo tenía 4 años sume a la familia en la pobreza. El estado francés revolucionario no reconoce a la viuda ni a los hijos negándoles cualquier bien o derecho.
Por este motivo, Flora comienza a trabajar como obrera en un taller de lítografia. Con apenas 17 años, se casa con el propietario de ésta, André Chazal, y tiene tres hijos, uno de ellos, Aline, será la futura madre del pintor Paul Gaugin.
Decepcionada del matrimonio comienza a trabajar como criada de una familia inglesa, por lo que debe viajar a Inglaterra. Se inicia entonces una lucha legal por la custodia de los hijos que duraría 12 años.
Sus amargas vivencias despiertan en ella un pensamiento y una actitud revolucionaria que la convierte en la precursora del movimiento feminista. Viaja por varios países donde realiza trabajos de toda clase, es en este momento cuando toma conciencia de su condición de "paria".
En 1833 decide viajar a Perú para reclamar la herencia que le corresponde de su padre, pero solamente consigue una pensión mensual. La etapa que pasa en Perú donde asiste a la guerra civil y ve la gran diferencia entre las distintas clases sociales será significante para el futuro de Flora: se convierte en defensora declarada de los derechos y libertades de la clase obrera y de la mujer.
Las persecuciones de su marido continúan, hasta el punto de recibir un disparo que la deja mal herida. Finalmente es condenado y ella consigue liberarse de él.
A raiz de un viaje a Londres, donde Flora consigue penetrar en la cámara de los lores disfrazada de hombre y donde entra en cometo con los obreros que malviven en una sociedad que les da la espalda, decide dedicar sus esfuerzos en un futuro sobretodo a la clase obrera: antes de empezar a gestarse las ideas de Marx y Engels, viaja por toda Francia dando apoyo a los trabajadores de su país.
En 1844 fallece víctima del tifus con solo 41 años, dejándons plasmadas sus ideas y sus vivencias en su prolífica obra, de la cual destacan Peregrinaciones de una paria, Paseos en Paris, Selección de Cartas, una recopilación de cartas del Libertador Simón Bolívar, Unión Obrera así como otros dos libros a favor del divorcio.
Anarquismo y Poder Popular CILEP
“Pese a todo, a lo largo y lo ancho del país se oye un solo
grito que resuena en las fábricas, fundos, poblaciones y liceos,
en los cuarteles del pueblo: el llamado a crear, fortalecer
y multiplicar el poder popular”.
Miguel Enríquez
“Organizar las fuerzas del pueblo para realizar la revolución
es el único fin de aquellos que desean sinceramente la libertad”.
Mijail Bakunin
“Favorecer las organizaciones populares de todos los tipos es la consecuencia
lógica de nuestras ideas fundamentales y, por eso, debería ser parte integral de nuestro programa”.
Errico Malatesta
En principio asociar anarquismo y poder, tener la osadía de incluirlos en el mismo título, parece una contradicción irresoluble o una broma de mal gusto contra todo luchador o luchadora de la libertad. Esto, porque el poder es usualmente sinónimo de dominio y el anarquismo sociopolítico, aquel que aboga por una sociedad sin gobierno, rechaza toda forma de autoridad, toda imposición de la voluntad propia sobre la de los otros. Sin embargo, ¿debe el poder ser entendido únicamente como una imposición autoritaria, como un “poder sobre”? ¿No se puede comprender el poder de otra forma, es decir, como un “poder-hacer colectivo”, un “poder-construir en conjunto”? Son los de arriba, aquellos que mandan, los que nos han hecho creer que el poder es un “objeto” del cual ellos tienen posesión, una “cosa” despegada de las relaciones sociales, un aparato trascendente de sujeción. Pero, en cambio, nosotros y nosotras, los y las de abajo, concebimos el poder de otra forma: no como una “cosa”, sino como una “relación”, como un poder social alternativo y liberador. Así, nuestro poder es principalmente una capacidad colectiva de imaginar y de crear en el aquí y ahora una nueva sociedad.
Ahora, para que este poder colectivo sea popular, el agente no puede ser otro que el pueblo, ese sujeto plural que se define por la reunión de las clases subalternas, de los marginales, de los desposeídos, de los excluidos. Este pueblo no es uno, sino que es múltiple, es una diversidad de aspiraciones, de formas y proyectos de vida, de luchas y resistencias. Además este pueblo no está definido de antemano, no es el resultado fijo de una fórmula económica, sino que está siempre en proceso de constitución y que sólo se reconoce como clase subalterna en el transcurso de su propia emancipación. Es este pueblo plural, creado en la misma lucha, el que construye aquel poder colectivo que establece nuevas relaciones sociales, que instituye diferentes hábitos y costumbres, que instaura diversos modos de ser.
Así, el poder popular pone en marcha un nuevo ethos, un nuevo hábitat, una configuración alternativa de sentidos, significados, lenguajes, valores, normas y estructuras compartidas. En pocas palabras, este poder colectivo crea otro mundo posible, un mundo distinto que se enfrenta al que ya conocemos, al mundo de la mercancía y del dominio que genera miseria, exclusión, privilegios, discriminación, muerte. Por eso el poder popular es una praxis que en la misma medida en que va transformando los lugares de vida de las personas crea un bloque contrahegemónico, un bloque que entra en confrontación directa con el orden imperante. Como proceso, el poder popular sabe que el camino es largo, pero tiene la fortuna de estar creando una nueva sociedad con cada conquista del pueblo. El poder popular es sobre todo potencia, porque anticipa el mundo futuro, porque en el presente manifiesta lo que está por venir. De esta forma va creando en el día a día espacios de libertad, de solidaridad, de igualdad y horizontalidad. Esto último es muy importante, ya que de nada sirve construir una sociedad libre utilizando medios opresivos, jerárquicos y discriminadores. La nueva sociedad debe construirse, entonces, por medios horizontales, participativos e incluyentes. Pero, además, reconociendo las diferencias, teniendo en cuenta que cada persona alza su voz desde su perspectiva particular.
Ahora bien, si el poder popular no es sinónimo de dominio, sino de la creación de una sociedad alternativa diversa, horizontal y libre, ¿no van de la mano anarquismo y poder popular? ¿No tiene como objetivo el anarquismo la creación de un nuevo ethos donde se logre la abolición de todo privilegio económico, político, social? ¿No busca el anarquismo una sociedad libre e igualitaria que se vaya construyendo aquí y ahora? En efecto, el anarquismo que quiere socializar los medios de producción, también quiere socializar el poder y evitar que éste se convierta en el privilegio de unos pocos. Por eso este movimiento también construye un poder colectivo que surge de las relaciones sociales libres y que sólo se concibe en horizontalidad y diversidad. Además, como no se cansaban de repetirlo Malatesta y Bakunin, el anarquismo debe tener los oídos bien abiertos al pueblo, el anarquismo debe surgir desde los oprimidos, desde los explotados, desde los olvidados.
Siendo así, para que el anarquismo sea tal, debe brotar desde la base. Es desde abajo que se construye la nueva sociedad, evitando el centralismo, el mando, la burocracia. Por eso el anarquismo edifica desde la horizontalidad, desde la asamblea, desde la acción directa. Este movimiento prefigura en el presente la sociedad alternativa y es por esta razón que la autogestión libertaria no es más que la organización anticapitalista y antijerárquica de la comunidad concreta; es la planeación y gestión directa que el pueblo hace de su economía, de su política, de su cultura, de su vida en común. En otras palabras, la autogestión anarquista construye poder popular creando espacios alternativos de vida colectiva, lugares materiales y virtuales que escapan al control del capitalismo y de la autoridad. Siendo así, asociar poder popular y anarquismo no es una contradicción ni una broma de mal gusto, sino un desafío rebelde, un llamado a la acción.
“Pese a todo, a lo largo y lo ancho del país se oye un solo
grito que resuena en las fábricas, fundos, poblaciones y liceos,
en los cuarteles del pueblo: el llamado a crear, fortalecer
y multiplicar el poder popular”.
Miguel Enríquez
“Organizar las fuerzas del pueblo para realizar la revolución
es el único fin de aquellos que desean sinceramente la libertad”.
Mijail Bakunin
“Favorecer las organizaciones populares de todos los tipos es la consecuencia
lógica de nuestras ideas fundamentales y, por eso, debería ser parte integral de nuestro programa”.
Errico Malatesta
En principio asociar anarquismo y poder, tener la osadía de incluirlos en el mismo título, parece una contradicción irresoluble o una broma de mal gusto contra todo luchador o luchadora de la libertad. Esto, porque el poder es usualmente sinónimo de dominio y el anarquismo sociopolítico, aquel que aboga por una sociedad sin gobierno, rechaza toda forma de autoridad, toda imposición de la voluntad propia sobre la de los otros. Sin embargo, ¿debe el poder ser entendido únicamente como una imposición autoritaria, como un “poder sobre”? ¿No se puede comprender el poder de otra forma, es decir, como un “poder-hacer colectivo”, un “poder-construir en conjunto”? Son los de arriba, aquellos que mandan, los que nos han hecho creer que el poder es un “objeto” del cual ellos tienen posesión, una “cosa” despegada de las relaciones sociales, un aparato trascendente de sujeción. Pero, en cambio, nosotros y nosotras, los y las de abajo, concebimos el poder de otra forma: no como una “cosa”, sino como una “relación”, como un poder social alternativo y liberador. Así, nuestro poder es principalmente una capacidad colectiva de imaginar y de crear en el aquí y ahora una nueva sociedad.
Ahora, para que este poder colectivo sea popular, el agente no puede ser otro que el pueblo, ese sujeto plural que se define por la reunión de las clases subalternas, de los marginales, de los desposeídos, de los excluidos. Este pueblo no es uno, sino que es múltiple, es una diversidad de aspiraciones, de formas y proyectos de vida, de luchas y resistencias. Además este pueblo no está definido de antemano, no es el resultado fijo de una fórmula económica, sino que está siempre en proceso de constitución y que sólo se reconoce como clase subalterna en el transcurso de su propia emancipación. Es este pueblo plural, creado en la misma lucha, el que construye aquel poder colectivo que establece nuevas relaciones sociales, que instituye diferentes hábitos y costumbres, que instaura diversos modos de ser.
Así, el poder popular pone en marcha un nuevo ethos, un nuevo hábitat, una configuración alternativa de sentidos, significados, lenguajes, valores, normas y estructuras compartidas. En pocas palabras, este poder colectivo crea otro mundo posible, un mundo distinto que se enfrenta al que ya conocemos, al mundo de la mercancía y del dominio que genera miseria, exclusión, privilegios, discriminación, muerte. Por eso el poder popular es una praxis que en la misma medida en que va transformando los lugares de vida de las personas crea un bloque contrahegemónico, un bloque que entra en confrontación directa con el orden imperante. Como proceso, el poder popular sabe que el camino es largo, pero tiene la fortuna de estar creando una nueva sociedad con cada conquista del pueblo. El poder popular es sobre todo potencia, porque anticipa el mundo futuro, porque en el presente manifiesta lo que está por venir. De esta forma va creando en el día a día espacios de libertad, de solidaridad, de igualdad y horizontalidad. Esto último es muy importante, ya que de nada sirve construir una sociedad libre utilizando medios opresivos, jerárquicos y discriminadores. La nueva sociedad debe construirse, entonces, por medios horizontales, participativos e incluyentes. Pero, además, reconociendo las diferencias, teniendo en cuenta que cada persona alza su voz desde su perspectiva particular.
Ahora bien, si el poder popular no es sinónimo de dominio, sino de la creación de una sociedad alternativa diversa, horizontal y libre, ¿no van de la mano anarquismo y poder popular? ¿No tiene como objetivo el anarquismo la creación de un nuevo ethos donde se logre la abolición de todo privilegio económico, político, social? ¿No busca el anarquismo una sociedad libre e igualitaria que se vaya construyendo aquí y ahora? En efecto, el anarquismo que quiere socializar los medios de producción, también quiere socializar el poder y evitar que éste se convierta en el privilegio de unos pocos. Por eso este movimiento también construye un poder colectivo que surge de las relaciones sociales libres y que sólo se concibe en horizontalidad y diversidad. Además, como no se cansaban de repetirlo Malatesta y Bakunin, el anarquismo debe tener los oídos bien abiertos al pueblo, el anarquismo debe surgir desde los oprimidos, desde los explotados, desde los olvidados.
Siendo así, para que el anarquismo sea tal, debe brotar desde la base. Es desde abajo que se construye la nueva sociedad, evitando el centralismo, el mando, la burocracia. Por eso el anarquismo edifica desde la horizontalidad, desde la asamblea, desde la acción directa. Este movimiento prefigura en el presente la sociedad alternativa y es por esta razón que la autogestión libertaria no es más que la organización anticapitalista y antijerárquica de la comunidad concreta; es la planeación y gestión directa que el pueblo hace de su economía, de su política, de su cultura, de su vida en común. En otras palabras, la autogestión anarquista construye poder popular creando espacios alternativos de vida colectiva, lugares materiales y virtuales que escapan al control del capitalismo y de la autoridad. Siendo así, asociar poder popular y anarquismo no es una contradicción ni una broma de mal gusto, sino un desafío rebelde, un llamado a la acción.
Diciembre que nació en noviembre
Yo, antes de ser Sup, era caballo. Sí, era un caballo de ojos tristes, ya luego me hice Sup, pero me quedó la nariz, y entonces por eso tengo la nariz grande, porque antes era un caballo de ojos tristes.
Bueno, pues cuando era un caballo conocí a una niña pequeñita, pero de a tiro pequeñita, como de este tanto. Esta niña se llamaba Diciembre, porque nació en el mes de noviembre —sí, ya sé que no se entiende, pero eso ya lo expliqué en otro cuento o historia que se llama: La flauta chueca—. Bueno, pues esta niña que era muy pequeñita estaba muy triste, o sea que como dicen los ciudadanos: estaba chipil. O sea que como que no le pasaba el día y le salían unos suspiros que parecía que tenía hipo, porque tenía mucho sentimiento —así le hacía (el sub suspira)—. No sé porqué tenía mucho sentimiento, yo de por sí —aunque antes era caballo— no entiendo a las mujeres, no importa si son pequeñitas como Diciembre, o ya de edad mayor como la doña Juanita.
La doña Juanita era su compañera de un señor muy sabedor que se llamó Antonio y que nosotros le decíamos: el viejo Antonio. El viejo Antonio se sabía muchos cuentos e historias de las montañas y de nuestros antepasados, y él me enseñó la lengua indígena y me enseñó a vivir en la montaña, y me enseñó a leer el cielo y a oler el viento, y a mirar dentro del corazón de las personas.
Muchas cosas me enseñó el viejo Antonio, algunas las aprendí y otras no muy me quedaron pegadas en el cerebro, o sea que más que caballo parecía yo burro, porque no aprendía. Pero el viejo Antonio era muy paciente y me explicaba la vuelta y vuelta hasta que llegaba bien en mi cabeza lo que me estaba enseñando.
Bueno, pues les contaba yo que me encontré con esta niña muy pequeñita que se llamaba Diciembre, porque había nacido en noviembre. Y la encontré cuando fui a tomar agua de un arroyo que está cerca de un pueblo. Ella estaba sentada en una piedra, suspirando muy triste con los pies metidos en el agua. Yo me acerqué poco a poco para hablarle, porque estaba mero donde yo tomaba agua, pero ella ni cuenta se dio. Yo tosí un poco (el Sub carraspea) para que volteara, pero ella nomás suspire y suspire (el Sub suspira). ¿Y ahora?, pensé.
Entonces me animé y le dije: buenas tardes, porque ya era tarde. Y como era el mes de abril, pues hacía mucho calor y yo tenía mucha sed, y quería beber agua. Y la niña —que sea Diciembre— estaba mero donde yo tomaba agua. La niña no respondió, así que volví a repetir: buenas tardes. Entonces, Diciembre, o sea la niña, volteó a verme y me dijo: “hola caballo”.
Yo me puse contento de que no le diera miedo que un caballo le dijera “buenas tardes”. Pero ya sé que de por sí los niños y niñas saben bien que los caballos hablamos y escribimos, y sabemos geografía, y matemáticas. Y otras cosas que enseñan en las escuelas, y que los caballos aprenden leyendo en la tierra. Porque eso casi siempre… por eso es que casi siempre los caballo andan con la cabeza hacia abajo, porque están aprendiendo la lección que está escrita en la tierra.
Bueno, pues ahí tienen que le dije a la niña —que sea Diciembre— que quería beber agua y ella estaba mero donde yo tomaba. Ella se hizo a un lado, no sin antes suspirar (nuevamente el Sub suspira). Después de que llene el tanque, le pregunté cómo se llamaba y ella me dijo que Diciembre, que es que porque había nacido en noviembre. Yo de por sí no muy entendía a los humanos porque hacen cosas muy raras, así que no trate de averiguar más de por qué si había nacido en noviembre, le habían puesto de nombre Diciembre.
Le pregunté a la niña que porqué suspiraba tanto, que si estaba triste o que si le dolía la panza o qué, porque luego no fuera a ser que estuviera enferma. Ella quiso decir algo pero sólo suspiró y empezó con un hipo, como de esos de que les da a los niños y niñas cuando tienen mucho sentimiento.
Mm…tá y ¿ahora qué hago? —pensé— y entonces me acordé de un cuento o historia que me contó el viejo Antonio cuando yo no era caballo, sino que era apenas un vientecito. Y entonces, me puse una nube en los labios, y entonces le conté a la niña —como al viento le contó el viejo Antonio— la historia de las piedras y los sueños.
Cuentan los más mayores de nuestros abuelos, que los dioses primeros, los que nacieron el mundo con su palabra, eran muy descuidados y donde quiera dejaban tiradas sus cosas. Cuentan que en los primeros días y noches del mundo, los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estas tierras, los hechos de maíz y palabra, donde quiera se tropezaban con las cosas que los dioses dejaban en su tiradero.
Cuentan que en veces se topaban con una chancla, o con un azadón, o con una coa, que es una vara o un palo que usamos para sembrar —con ella hacemos un hoyo en el suelo y ahí ponemos la semilla del maíz—. Y entonces, preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino —de por sí así hacen las mamás ¿no? que dicen: ¿de quién es está chancla? ¿no? ¿Quién dejó tirado el calzón?, eso—. Y entonces preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino, y se ponían así ¿no? —así se ponen cuando se enojan, ¿no? ¿de quién es esta chancla?, verdad, utá lo conocemos bien—.
¿De quién es esta chancla?… ummh… ya lo perdí…mmh… Y rápido se veía que no era de nadie, de nadie de los hombres y mujeres de maíz porque apenas eran unos cuantos. O sea que no había mucha gente en el mundo, porque ya habría después muchas madrugadas para que los hombres y mujeres se sembraran una en el otro, para cansarse con contento y se mojaran los vientres con la vida por venir.
Entonces, como no era de nadie la chancla perdida, pues rápido sabían que seguro algún dios andaba como cojo, porque le faltaba una chancla. Y sabían quién la perdió porque el dios, en lugar de buscarla su chancla se ponía a cantar esa que dice: “y la chancla que yo tiro no la guelvo a levantar”. Y entonces ahí se quedaba botada la chancla. Pero no sólo se les caían las chanclas a los dioses, también se les caían los sueños.
Y es que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, dormían en hamaca. Porque resulta que eran muy caminadores estos primeros dioses hacedores del mundo, y siempre llevaban una su morraleta —o sea que es como una bolsa para el mandado, pero más pequeña—, y ahí llevaban su pozol, su tortilla y su hamaca. Y ahí nomás donde les daba hambre, se paraban y se sentaban a orillas de un arroyo y lo batían su pozol con agua y lo tomaban junto con sus tortillas.
Y también, cuando les entraban las ganas de dormir, nomás buscaban dos árboles y con bejucos tendían su hamaca, y se echaban a dormir sin pena y se ponían a soñar cosas buenas. Pero luego no se acomodaban bien, y estaban a la vuelta y vuelta, como si no se hallaran de qué lado dormir. Y entonces se les caían los sueños. Y como la hamaca era tejida, pues el sueño se iba hasta el suelo. Y cuando el dios se despertaba —que no era rápido, porque mucho dormían estos dioses primeros—, nomás recogía su hamaca, la metía en su morraleta y anda vete, a seguir caminando.
Bueno, pues esos sueños no eran todos iguales, sino que unos eran sueños de colores diferentes, y otros eran de distintas formas. Y otros se rompían al caer y quedaban partidos en muchas partes. Y entonces la tierra —que sea el mundo— se llenaba de colores y formas diferentes. Y los primeros hombres y mujeres llamaron piedras a esos sueños de formas y colores distintos. Y con piedras —o sea con sueños— adornaban sus champitas —o sea sus casitas— y era bien alegre, porque en la noche parecían como lucecitas esos sueños de los dioses que se llamaban piedras.
Y había piedrotas, piedras y piedrecitas. Y los niños agarraban las piedrecitas y jugaban con ellas a la matatena, y al avión, y al bebeleche. Y hacían caminitos que brillaban en la noche. Y esos sueños que eran piedras también cantaban, y sus canciones cantaban cosas buenas y decían vida, alegría, paz. Y había unas piedrecitas, las más pequeñitas que amor no decían, sino que lo murmuraban, como si una canción cantaran al oído moreno de la tierra.
Y entonces, llegaron los poderosos —que sea los ricos y sus malos gobiernos— a hacerle mucho mal a los hombres y mujeres de maíz, a los originarios de estas tierras. Y entonces, esta gente buena, para que los ricos no se robaran los sueños hechos piedras de los dioses, los agarraron y los aventaron para arriba con mucha fuerza para que llegaran bien lejos. Y las piedras pegaban en el techo del mundo —que sea, en el cielo— y lo dejaban hoyeado —que sea con agujeros—.
Por eso es que en la noche, cuando el sol se va a dormir y se tapa con la cobija de la noche, en nuestras montañas se ven las estrellas, porque bien llena de agujeros quedó la noche —que sea, la cobija con la que se tapa el sol para dormirse—.
Pero no todos los sueños caídos de los dioses primeros, los sueños hechos piedra, se aventaron para arriba para esconderlos en el cielo, muchos quedaron en el suelo, tirados por donde quiera. Y pasó mucho tiempo y el polvo los fue cubriendo y quedaron como grises, como negros, como amarillos, como rojos, como azules, pero sin brillo por el polvo.
Y los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estos suelos, les contaron esta historia a sus hijos e hijas. Y éstos y éstas a sus hijos e hijas, y así por muchos calendarios. Por eso es que nuestra gente, los pueblos indios, caminan mirando al suelo. Es que van buscando esos sueños hechos piedras. Y adivinan si tienen el brillo escondido. Y reconocen si es un sueño roto. Y entonces recogen la piedrecita y siguen buscando más pedacitos de ese sueño incompleto, como si fueran armando un rompecabezas con pedacitos regados por los caminos del mundo.
Y ya que lo completan el sueño que estaba roto e incompleto, escuchan su palabra hecha canto y se alegra su corazón. Por eso es también que nuestra gente no batalla para saber escuchar a otros y a otras. Como saben escuchar a las piedras, entonces bien que saben escuchar los silencios, que no son sino palabras que se rompen antes de salir, y hay que saberlos armar en el corazón colectivo que somos los pueblos indios.
Y ahí acabé de contar el cuento y vi que Diciembre, o sea la niña pequeñita, se había quedado dormida. Yo la acomode bien para que no se le cayeran los sueños y me fui. Cuando escuché que su mamá la llamaba como llaman las mamás cuando se enojan —que sea que no se acuerdan del nombre— y su mamá de Diciembre empezaba a decir los meses del año, empezando por enero. Yo me fui cuando iba por abril, que es el mes donde está el día de los niños y niñas, porque todavía le faltaban varios meses hasta llegar a diciembre.
Despacio me fui para la montaña, buscando en el suelo los pedacitos de un sueño colectivo de los pueblos indios, que cuando se arma completo dice y canta: dignidad.
Y así pasó este cuento o historia que les conté, y que pasó cuando yo no era el Sup, sino que era un caballo y todo era más fácil. No que ahora, cuando soy el Sup, es un relajo. Porque a los compas zapatistas se les ocurrió que hay que caminar por todo el país para escuchar su corazón de toda la gente humilde y sencilla. Y no importa si son personas mayores o adultos, o jóvenes, o niños o niñas. Y aquí ando con mi mochila, y me traen de un lado a otro. Y los ciudadanos me dicen que tal parte queda aquí nomás, y no se dan cuenta que ni siquiera sé por cuál puerta entre, mucho menos dónde queda tal calle o tal colonia.
Pero en mi tierra, de donde yo vengo, sí sabemos dónde estamos. Porque sabemos dónde queda tal o cual árbol y porque leemos en el cielo y en la tierra el rumbo de nuestra gente. Y porque a veces encontramos una piedrecita y ella nos cuenta algún sueño que nos da fuerza para seguir caminando. Aunque lo tengamos que hacer otro camino, otra Campaña, otro mundo: uno mejor, más justo y más libre. Tan tan.
Yo, antes de ser Sup, era caballo. Sí, era un caballo de ojos tristes, ya luego me hice Sup, pero me quedó la nariz, y entonces por eso tengo la nariz grande, porque antes era un caballo de ojos tristes.
Bueno, pues cuando era un caballo conocí a una niña pequeñita, pero de a tiro pequeñita, como de este tanto. Esta niña se llamaba Diciembre, porque nació en el mes de noviembre —sí, ya sé que no se entiende, pero eso ya lo expliqué en otro cuento o historia que se llama: La flauta chueca—. Bueno, pues esta niña que era muy pequeñita estaba muy triste, o sea que como dicen los ciudadanos: estaba chipil. O sea que como que no le pasaba el día y le salían unos suspiros que parecía que tenía hipo, porque tenía mucho sentimiento —así le hacía (el sub suspira)—. No sé porqué tenía mucho sentimiento, yo de por sí —aunque antes era caballo— no entiendo a las mujeres, no importa si son pequeñitas como Diciembre, o ya de edad mayor como la doña Juanita.
La doña Juanita era su compañera de un señor muy sabedor que se llamó Antonio y que nosotros le decíamos: el viejo Antonio. El viejo Antonio se sabía muchos cuentos e historias de las montañas y de nuestros antepasados, y él me enseñó la lengua indígena y me enseñó a vivir en la montaña, y me enseñó a leer el cielo y a oler el viento, y a mirar dentro del corazón de las personas.
Muchas cosas me enseñó el viejo Antonio, algunas las aprendí y otras no muy me quedaron pegadas en el cerebro, o sea que más que caballo parecía yo burro, porque no aprendía. Pero el viejo Antonio era muy paciente y me explicaba la vuelta y vuelta hasta que llegaba bien en mi cabeza lo que me estaba enseñando.
Bueno, pues les contaba yo que me encontré con esta niña muy pequeñita que se llamaba Diciembre, porque había nacido en noviembre. Y la encontré cuando fui a tomar agua de un arroyo que está cerca de un pueblo. Ella estaba sentada en una piedra, suspirando muy triste con los pies metidos en el agua. Yo me acerqué poco a poco para hablarle, porque estaba mero donde yo tomaba agua, pero ella ni cuenta se dio. Yo tosí un poco (el Sub carraspea) para que volteara, pero ella nomás suspire y suspire (el Sub suspira). ¿Y ahora?, pensé.
Entonces me animé y le dije: buenas tardes, porque ya era tarde. Y como era el mes de abril, pues hacía mucho calor y yo tenía mucha sed, y quería beber agua. Y la niña —que sea Diciembre— estaba mero donde yo tomaba agua. La niña no respondió, así que volví a repetir: buenas tardes. Entonces, Diciembre, o sea la niña, volteó a verme y me dijo: “hola caballo”.
Yo me puse contento de que no le diera miedo que un caballo le dijera “buenas tardes”. Pero ya sé que de por sí los niños y niñas saben bien que los caballos hablamos y escribimos, y sabemos geografía, y matemáticas. Y otras cosas que enseñan en las escuelas, y que los caballos aprenden leyendo en la tierra. Porque eso casi siempre… por eso es que casi siempre los caballo andan con la cabeza hacia abajo, porque están aprendiendo la lección que está escrita en la tierra.
Bueno, pues ahí tienen que le dije a la niña —que sea Diciembre— que quería beber agua y ella estaba mero donde yo tomaba. Ella se hizo a un lado, no sin antes suspirar (nuevamente el Sub suspira). Después de que llene el tanque, le pregunté cómo se llamaba y ella me dijo que Diciembre, que es que porque había nacido en noviembre. Yo de por sí no muy entendía a los humanos porque hacen cosas muy raras, así que no trate de averiguar más de por qué si había nacido en noviembre, le habían puesto de nombre Diciembre.
Le pregunté a la niña que porqué suspiraba tanto, que si estaba triste o que si le dolía la panza o qué, porque luego no fuera a ser que estuviera enferma. Ella quiso decir algo pero sólo suspiró y empezó con un hipo, como de esos de que les da a los niños y niñas cuando tienen mucho sentimiento.
Mm…tá y ¿ahora qué hago? —pensé— y entonces me acordé de un cuento o historia que me contó el viejo Antonio cuando yo no era caballo, sino que era apenas un vientecito. Y entonces, me puse una nube en los labios, y entonces le conté a la niña —como al viento le contó el viejo Antonio— la historia de las piedras y los sueños.
Cuentan los más mayores de nuestros abuelos, que los dioses primeros, los que nacieron el mundo con su palabra, eran muy descuidados y donde quiera dejaban tiradas sus cosas. Cuentan que en los primeros días y noches del mundo, los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estas tierras, los hechos de maíz y palabra, donde quiera se tropezaban con las cosas que los dioses dejaban en su tiradero.
Cuentan que en veces se topaban con una chancla, o con un azadón, o con una coa, que es una vara o un palo que usamos para sembrar —con ella hacemos un hoyo en el suelo y ahí ponemos la semilla del maíz—. Y entonces, preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino —de por sí así hacen las mamás ¿no? que dicen: ¿de quién es está chancla? ¿no? ¿Quién dejó tirado el calzón?, eso—. Y entonces preguntaban que de quién es esta chancla que está tirada en medio del camino, y se ponían así ¿no? —así se ponen cuando se enojan, ¿no? ¿de quién es esta chancla?, verdad, utá lo conocemos bien—.
¿De quién es esta chancla?… ummh… ya lo perdí…mmh… Y rápido se veía que no era de nadie, de nadie de los hombres y mujeres de maíz porque apenas eran unos cuantos. O sea que no había mucha gente en el mundo, porque ya habría después muchas madrugadas para que los hombres y mujeres se sembraran una en el otro, para cansarse con contento y se mojaran los vientres con la vida por venir.
Entonces, como no era de nadie la chancla perdida, pues rápido sabían que seguro algún dios andaba como cojo, porque le faltaba una chancla. Y sabían quién la perdió porque el dios, en lugar de buscarla su chancla se ponía a cantar esa que dice: “y la chancla que yo tiro no la guelvo a levantar”. Y entonces ahí se quedaba botada la chancla. Pero no sólo se les caían las chanclas a los dioses, también se les caían los sueños.
Y es que los dioses primeros, los que nacieron el mundo, dormían en hamaca. Porque resulta que eran muy caminadores estos primeros dioses hacedores del mundo, y siempre llevaban una su morraleta —o sea que es como una bolsa para el mandado, pero más pequeña—, y ahí llevaban su pozol, su tortilla y su hamaca. Y ahí nomás donde les daba hambre, se paraban y se sentaban a orillas de un arroyo y lo batían su pozol con agua y lo tomaban junto con sus tortillas.
Y también, cuando les entraban las ganas de dormir, nomás buscaban dos árboles y con bejucos tendían su hamaca, y se echaban a dormir sin pena y se ponían a soñar cosas buenas. Pero luego no se acomodaban bien, y estaban a la vuelta y vuelta, como si no se hallaran de qué lado dormir. Y entonces se les caían los sueños. Y como la hamaca era tejida, pues el sueño se iba hasta el suelo. Y cuando el dios se despertaba —que no era rápido, porque mucho dormían estos dioses primeros—, nomás recogía su hamaca, la metía en su morraleta y anda vete, a seguir caminando.
Bueno, pues esos sueños no eran todos iguales, sino que unos eran sueños de colores diferentes, y otros eran de distintas formas. Y otros se rompían al caer y quedaban partidos en muchas partes. Y entonces la tierra —que sea el mundo— se llenaba de colores y formas diferentes. Y los primeros hombres y mujeres llamaron piedras a esos sueños de formas y colores distintos. Y con piedras —o sea con sueños— adornaban sus champitas —o sea sus casitas— y era bien alegre, porque en la noche parecían como lucecitas esos sueños de los dioses que se llamaban piedras.
Y había piedrotas, piedras y piedrecitas. Y los niños agarraban las piedrecitas y jugaban con ellas a la matatena, y al avión, y al bebeleche. Y hacían caminitos que brillaban en la noche. Y esos sueños que eran piedras también cantaban, y sus canciones cantaban cosas buenas y decían vida, alegría, paz. Y había unas piedrecitas, las más pequeñitas que amor no decían, sino que lo murmuraban, como si una canción cantaran al oído moreno de la tierra.
Y entonces, llegaron los poderosos —que sea los ricos y sus malos gobiernos— a hacerle mucho mal a los hombres y mujeres de maíz, a los originarios de estas tierras. Y entonces, esta gente buena, para que los ricos no se robaran los sueños hechos piedras de los dioses, los agarraron y los aventaron para arriba con mucha fuerza para que llegaran bien lejos. Y las piedras pegaban en el techo del mundo —que sea, en el cielo— y lo dejaban hoyeado —que sea con agujeros—.
Por eso es que en la noche, cuando el sol se va a dormir y se tapa con la cobija de la noche, en nuestras montañas se ven las estrellas, porque bien llena de agujeros quedó la noche —que sea, la cobija con la que se tapa el sol para dormirse—.
Pero no todos los sueños caídos de los dioses primeros, los sueños hechos piedra, se aventaron para arriba para esconderlos en el cielo, muchos quedaron en el suelo, tirados por donde quiera. Y pasó mucho tiempo y el polvo los fue cubriendo y quedaron como grises, como negros, como amarillos, como rojos, como azules, pero sin brillo por el polvo.
Y los hombres y mujeres de maíz, los originarios de estos suelos, les contaron esta historia a sus hijos e hijas. Y éstos y éstas a sus hijos e hijas, y así por muchos calendarios. Por eso es que nuestra gente, los pueblos indios, caminan mirando al suelo. Es que van buscando esos sueños hechos piedras. Y adivinan si tienen el brillo escondido. Y reconocen si es un sueño roto. Y entonces recogen la piedrecita y siguen buscando más pedacitos de ese sueño incompleto, como si fueran armando un rompecabezas con pedacitos regados por los caminos del mundo.
Y ya que lo completan el sueño que estaba roto e incompleto, escuchan su palabra hecha canto y se alegra su corazón. Por eso es también que nuestra gente no batalla para saber escuchar a otros y a otras. Como saben escuchar a las piedras, entonces bien que saben escuchar los silencios, que no son sino palabras que se rompen antes de salir, y hay que saberlos armar en el corazón colectivo que somos los pueblos indios.
Y ahí acabé de contar el cuento y vi que Diciembre, o sea la niña pequeñita, se había quedado dormida. Yo la acomode bien para que no se le cayeran los sueños y me fui. Cuando escuché que su mamá la llamaba como llaman las mamás cuando se enojan —que sea que no se acuerdan del nombre— y su mamá de Diciembre empezaba a decir los meses del año, empezando por enero. Yo me fui cuando iba por abril, que es el mes donde está el día de los niños y niñas, porque todavía le faltaban varios meses hasta llegar a diciembre.
Despacio me fui para la montaña, buscando en el suelo los pedacitos de un sueño colectivo de los pueblos indios, que cuando se arma completo dice y canta: dignidad.
Y así pasó este cuento o historia que les conté, y que pasó cuando yo no era el Sup, sino que era un caballo y todo era más fácil. No que ahora, cuando soy el Sup, es un relajo. Porque a los compas zapatistas se les ocurrió que hay que caminar por todo el país para escuchar su corazón de toda la gente humilde y sencilla. Y no importa si son personas mayores o adultos, o jóvenes, o niños o niñas. Y aquí ando con mi mochila, y me traen de un lado a otro. Y los ciudadanos me dicen que tal parte queda aquí nomás, y no se dan cuenta que ni siquiera sé por cuál puerta entre, mucho menos dónde queda tal calle o tal colonia.
Pero en mi tierra, de donde yo vengo, sí sabemos dónde estamos. Porque sabemos dónde queda tal o cual árbol y porque leemos en el cielo y en la tierra el rumbo de nuestra gente. Y porque a veces encontramos una piedrecita y ella nos cuenta algún sueño que nos da fuerza para seguir caminando. Aunque lo tengamos que hacer otro camino, otra Campaña, otro mundo: uno mejor, más justo y más libre. Tan tan.
Somos un proyecto dulce y melcochudo de jóvenes interesados en los problemas sociales de la gente de Patio Bonito.
Interesados en los problemas de los y las vecinas, los jóvenes, los trabajadores y trabajadoras ocupados y desocupados.
Interesados en analizar, caracterizar y construir soluciones junto con ellos.
Proponemos el cine como un medio para proyectar en las paredes, en las cabezas y en las acciones de la gente la realidad y sus múltiples interpretaciones, para pensar, transformar y actuar con mente abierta.
Interesados en los problemas de los y las vecinas, los jóvenes, los trabajadores y trabajadoras ocupados y desocupados.
Interesados en analizar, caracterizar y construir soluciones junto con ellos.
Proponemos el cine como un medio para proyectar en las paredes, en las cabezas y en las acciones de la gente la realidad y sus múltiples interpretaciones, para pensar, transformar y actuar con mente abierta.
Visiones de RESMA sobre la posibilidad de una Organización Libertaria
* El Colectivo RESMA dijo en palabras mas o menos torpes, de forma mas o menos brusca, combinando un poco de mal tino y mal olfato político, algo que otros muchos han venido planteándose desde hace rato, a veces para si mismos, a veces para el público, dentro de los folletos, las marchas, las conferencias y demás actividades de los libertarios y revolucionarios de Bogotá: Que es urgente, necesario y vital la organización colectiva y libertaria
* El Colectivo RESMA joven e inexperto, propuso, un poco a la carrera y un poco al despelote, que los grupos que han venido surgiendo y que se han ido interesando en la carreta del poder popular y la anarquía y que atreves de múltiples esfuerzos han venido constituyendo trabajo popular en diversos sectores; se agrupen en una organización de lucha, profundamente vinculada al trabajo de base, horizontal, que se plantee como principio, el impulsar en todos los niveles, la acción directa y organizada del pueblo, con mira hacía la construcción de poder popular.
* Para tal fin en RESMA consideramos que la organización debe tener por base el trabajo practico y popular, fruto de la convicción compartida de que la libertad, el antiautoritarismo y la creación de poder popular no solo se deben mezclan sino que son una y la misma lucha; así la organización debe empujar desde dentro de los movimientos sociales estos propósitos, tanto desde la actividad autónoma de los grupos, como desde la organización general.
¡Es hora de Organizarnos!
* El Colectivo RESMA dijo en palabras mas o menos torpes, de forma mas o menos brusca, combinando un poco de mal tino y mal olfato político, algo que otros muchos han venido planteándose desde hace rato, a veces para si mismos, a veces para el público, dentro de los folletos, las marchas, las conferencias y demás actividades de los libertarios y revolucionarios de Bogotá: Que es urgente, necesario y vital la organización colectiva y libertaria
* El Colectivo RESMA joven e inexperto, propuso, un poco a la carrera y un poco al despelote, que los grupos que han venido surgiendo y que se han ido interesando en la carreta del poder popular y la anarquía y que atreves de múltiples esfuerzos han venido constituyendo trabajo popular en diversos sectores; se agrupen en una organización de lucha, profundamente vinculada al trabajo de base, horizontal, que se plantee como principio, el impulsar en todos los niveles, la acción directa y organizada del pueblo, con mira hacía la construcción de poder popular.
* Para tal fin en RESMA consideramos que la organización debe tener por base el trabajo practico y popular, fruto de la convicción compartida de que la libertad, el antiautoritarismo y la creación de poder popular no solo se deben mezclan sino que son una y la misma lucha; así la organización debe empujar desde dentro de los movimientos sociales estos propósitos, tanto desde la actividad autónoma de los grupos, como desde la organización general.
¡Es hora de Organizarnos!